Noviembre eterno, Diciembre... Navidad, otra vez Navidad, otra vez recorrer las calles iluminadas...
Madrid está bonito vestido de gala, pero imposible.
Los coches parados en las calles se convierten en parte del mobiliario urbano, sonrío al pensar en sus pasajeros envejeciendo dentro, con largas barbas blancas y telarañas en los asientos.
Avanzo por la Gran Vía, resignada al ritmo de la acera, sin pretender adelantar, sin perder el paso de los que me preceden. Los escaparates quedan a un lado, nadie los mira demasiado, y las luces, más austeras este año, ayudan a vencer el frío, como las bufandas, como los gorros y los guantes, parece que el ambiente es más cálido a su lado.
He debido perder el ritmo porque ya es la segunda vez que chocan conmigo y pasan bufando a mi lado.
Mañana es Nochebuena.
Un nuevo bufido hace que me aparte, quedo pegada a la pared, en un hueco protegido por una farola.
Mañana es Nochebuena.
No he querido ni pensarlo este año.
Es un tiempo triste la Navidad, las ausencias son aún más evidentes, es tiempo de echar de menos...
Recuerdo navidades antiguas... y las añoro.
Recuerdo las mañanas de Reyes, la ilusión, la emoción contenida, la magia... y me gustaría que volvieran.
Recuerdo a los que ya no están... y se me hace un nudo en el estómago.
Una señora me toca el brazo al pasar:
- “Niña, ojo con el bolso” – y se aleja.
El dolor vuelve con intensidad y hace que tiemble, apoyada en la pared... es tan fácil perderse en las ausencias...
El frío me obliga a moverme y busco un sitio en la acera, para seguir avanzando con la multitud.
Miro las luces y sonrío:
Madrid está bonito vestido de gala... pero imposible.