“... Rodeado de gente la soledad es todavía más profunda, más cruel...”
Está sentado en un banco del parque, mirando al infinito, oyendo apenas las voces de los niños al jugar, fumando despacio un cigarrillo.
“... Y sin embargo... también es más agradable, puedes pensar que es una elección personal, que basta dar un paso, extender una mano, para formar parte de esa sociedad a la que ahora damos la espalda. O quizá no, quizá es la sociedad quien nos da la espalda... y no somos capaces de asumirlo...”
Empieza a sentir frío, el cigarro se ha consumido y ya quedan pocas personas en el parque. Está oscureciendo. Mira el parque vacío, ahora con más atención, aunque no demasiada.
“... con lo fácil que era ser niño. Preocupado tan solo por las cosas sencillas: por jugar, por ganar al fútbol, por tener contentos a los padres... sin pensar lo bonito que sería volver a vivir el pasado, otra vez, intentando no cometer los mismo errores...”
Pasea despacio entre los columpios, como contando los pasos, las manos en los bolsillos, la cabeza baja, hundida entre los hombros, mirando el suelo sin verlo.
“... Y dar un sentido a la vida, luchar por los sueños perdidos, por el amor, y no dejar pasar la vida simplemente, sintiendo como el tiempo se escurre entre mis dedos...”
Dos lágrimas silenciosas recorren sus mejillas arrugadas, se abrocha el abrigo, antes de sentarse de nuevo, abatido, y mirar a las estrellas buscando consuelo... como si ellas pudieran ayudarle...
“... Viendo cada día igual al anterior, sin distinguir los matices, los colores. Viviendo anestesiado: incapaz de sentir la vida plenamente, limitando el dolor, el sufrimiento, pero también la alegría...”
Sigue contemplando las estrellas, sintiendo cada vez más frío, pero absorto en sus pensamientos.
“... volver a la infancia, y poder repetir mi vida, y llegar de nuevo a este momento, en este parque, y preguntarme qué he hecho con mi tiempo, con mi vida y... poder responder. Eso sí que sería bonito... dar un sentido a la vida...”
Lo encontraron reclinado en el banco, encogido, tras la noche más fría del año.
Su corazón se paró, cansado de latir sin rumbo.
Y su muerte fue tan silenciosa, tan solitaria, tan sinsentido... como había sido toda su vida.
jueves, marzo 22, 2007
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1 comentario:
Los bancos vacíos de algunos parques están ocupados por todas esas almas solitarias. Por eso voy con tanto cuidado, a la hora de sentarme. Si veo que una corriente fría y súbita me recorre la piel, me levanto y me voy, para no molestarles. Pero qué agradable es ver la vida pasar en esos parques al atardecer.
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