domingo, noviembre 05, 2006

Pensando...

Cada mañana, de cada día, de cada mes, de cada curso. Cada tarde, de cada día, de cada mes, de cada curso. Cinco años. Cogiendo el autobús cada mañana. Sabiendo que tenía noventa minutos por delante, antes de llegar a la facultad. Cinco años. Cogiendo el autobús cada tarde. Sabiendo que tenía noventa minutos por delante, antes de llegar, por fin, a casa. Tres horas diarias. El primer año fue muy duro. Tanto tiempo en el transporte público, varios transbordos, gente, achuchones, calor. Aprovechaba para leer, repasar unos apuntes, oír música. El segundo año me había acostumbrado. Por las mañanas dormía. Por las tardes... a veces también. Ya no leía. No llevaba walkman. Pensaba, escuchaba, miraba la calle, me fijaba en la gente, en cómo trataban al conductor del autobús, si saludaban o no, si siquiera se fijaban en que existía. El tercer año. Y el cuarto. Y el quinto. Me hice a esas tres horas diarias de reflexión, conversación conmigo misma, paseos por los pasillos del metro, contacto con el mundo. Me acostumbré a conocer Madrid en sus estaciones. El tráfico. Las luces. La salida y la puesta de sol tras los edificios. Me acostumbré a observar la sociedad que me rodeaba. Descubrí que cuando dos mujeres coinciden cada día en el autobús terminan conversando. Descubrí que cuando dos hombres coinciden cada día en el autobús terminan intercambiando un saludo. Aprendí a esperar. Aprendí a estar en silencio. Conversando conmigo. Pensando sin perderme en desvaríos. Sin aburrirme ni sentirme sola. Sin necesitar un libro o música, o alguien con quien hablar. Y no descubrí lo que había aprendido. Hace unos días volví a coger el autobús. No iba lejos, pero el tráfico en Madrid siempre es un misterio. El viaje se demoró cuarenta y cinco minutos. Hice cuatro llamadas de teléfono. Y entonces me di cuenta. De todo lo que había perdido. De cuánto echo de menos esas tres horas diarias de reflexión, de estar en mi compañía, de descubrir con una sonrisa que mi vecina del tercero también va en el autobús, de ejercitar la paciencia, y la soledad en compañía, de dejar vagar la mente,... Creo que voy a recuperar las buenas costumbres. Al menos los fines de semana, por Madrid, en transporte público.