martes, diciembre 04, 2007

Hablando de ti...

Toda la tarde hablando. Sentados, con la mesita redonda chocando con nuestras rodillas, pidiendo un café tras otro. Y no llegamos a nada. Te quedas bloqueado, piensas que nada tiene sentido, y se lo quitas a las pocas cosas que de verdad lo tienen. No sé bien que piensas mientras mueves, cansino, la cucharilla. Y no sé que decirte, ni cómo ayudarte, me gustaría zarandearte, darte un martillazo en un dedo, que el dolor o el movimiento despertaran a la persona que sé que está dentro de ti, tras esa mirada opaca y esa sonrisa lánguida. Y me da miedo el rumbo que toman tus pensamientos. Hablas de alejarte, de irte por un tiempo... nada definitivo, más bien unas vacaciones... ¿Cómo explicarte que lo que buscas está dentro de ti? Que no necesitas salir de la ciudad para buscarlo, que no necesitas alejarte de tu casa, de tu gente, que la distancia y el tiempo no son la solución. Son tan solo un parche. Y que cuando vuelvas te vas a sentir aún más perdido. Me miras resignado, aburrido de oírme hablar, creo que hace rato que no me escuchas, que tan solo asientes cuando adviertes un cambio de ritmo en el molesto murmullo que no te deja pensar... Silencio. ¿Cómo decirte que lo que tu sientes como un lastre en realidad es tu motor? Y que sólo por eso no puedes alejarla de tu vida... que solo por eso, ya merece la pena cada día... Nos despedimos, y te veo alejarte, con andares cansados. Pensando en lo que pudo ser y no fue, arrepintiéndote de lo que no hiciste, pensando que tendrías otra oportunidad... sin darte cuenta de que ya la estás teniendo, que tan solo tienes que permitirte disfrutarla. Se ha hecho de noche sin que nos diéramos cuenta, han encendido las luces y su brillo me acompaña de vuelta a casa, con la sensación de no haber conseguido nada...

martes, noviembre 13, 2007

Palabras...

"Siempre" "Nunca" Palabras que abarcan demasiado. Palabras terribles.

jueves, mayo 17, 2007

Lucidez

Ocurrió de pronto, en apenas un instante. Caminaba deprisa por la acera, como si llegase tarde a algún sitio importante. Tropezó con un baldosa que sobresalía un poco. Por un momento solo existe el dolor, un dolor agudo que elimina todos los demás sentidos. Pero cuando se aparta cojeando, levanta la vista y...
... un momento de absoluta lucidez. Apoyado en un árbol observa la calle con un color nuevo... más brillante, como si todo el tiempo hubiese estado nublado, o su visión desenfocada. Como si al tropezar con esa piedra hubiese colocado la pieza que faltaba en el puzzle del mundo. Se aferró a esa sensación, sorprendido. De pronto todo estaba en su lugar, las cosas volvían a tener sentido, la confusión de tiempo atrás había desaparecido. Debía estar pálido, porque alguien se acercó a preguntarle si se encontraba bien. “Sí, sí, no se preocupe”, balbuceó. Aturdido aún comienza a andar, sin rumbo, hasta que encuentra un banco vacío, y se sienta, medio ausente. La sensación inicial, cercana a la euforia, se va diluyendo mientras sigue explorando en su corazón la razón de ese cambio... sin encontrarlo. Pero sigue percibiendo la realidad de forma distinta, y hay una sensación de retorno, de recuperación de algo perdido... Y junto a ello va surgiendo una nueva idea, aterradora: la duda. Por que ya no sabe qué realidad es la verdadera, si la anterior: confusa, llena de matices, inabarcable. O esta nueva, nítida, en donde todo encaja y todas la preguntas tienen respuesta... Se aleja del banco, inseguro, como quien tiene la certeza de que el suelo que pisa puede desaparecer de pronto bajo sus pies.

jueves, abril 12, 2007

Su mundo se redujo... un poco más...

Se miró, coqueta, en el espejo, mientras se arreglaba. Y el espejo le devolvió la mirada. Los viernes sus ojos tenían un brillo especial, una viveza que se apagaba un poco el resto de la semana. Se miró de nuevo, esta vez de cuerpo entero: todo estaba en su sitio, la falda a la altura justa, la camisa por fuera, el flequillo... mmm, el flequillo se mantenía a duras penas, sujeta su rebeldía a base de laca. Sonrió satisfecha y se despidió de su madre con un beso en la frente: - No vuelvas tarde... - Tranquila mamá, ya no soy una niña En el ascensor revisó el bolso... no, no se olvidaba de nada. Iba contenta, pensando: “Llego tarde, llego tarde. Y con el tiempo que hace que no veo a todas. Tengo ganas de hablar con Laura, y de pasar la noche bailando. Sin parar. Solo bailar, sin pensar en nada... y hace casi un mes que no salgo, y...” Un pitido interrumpió sus pensamientos, “¡el móvil!”: - ¡Hola cariño! ¿Ya estás trabajando? - ... - Estoy en el ascensor, he quedado para salir con... - ... - Sí, voy a salir... Entrecerró los ojos un poco, los labios apretados, y escuchó: - ... - ... yo también te quiero... Salió del portal, despacio ya. Los brazos caídos, tensos. La mirada apagada. Y así se encontró con las demás. - ¿Qué ha pasado? Vaya cara que traes... - Hemos vuelto a discutir. - ¿Por qué? - Por lo de siempre. No quiere que salga, no entiende que no sea capaz de quedarme en casa para su tranquilidad... dice que no le quiero, que se va a matar si sigo saliendo, que le estoy haciendo mucho daño, que hemos terminado... no sé que hacer, creo que me voy a ir a casa. Esa noche no salió. Entró en casa con la cabeza baja. Esquivó la mirada preocupada de su madre mientras murmuraba un “me duele el estómago, me voy a dormir”, y se tumbó en la cama. Miró al techo durante horas, lloró, y, cuando ya clareaba, se quedó dormida. Al día siguiente habló con él, lloraron, se abrazaron. Perdóname cariño. Te quiero mucho. También yo. No volverá a pasar... La semana pasó volando y el viernes decidió no salir. - Estoy cansada (Quiso convencerse) - En realidad no tengo ganas (Lo intentó de nuevo) - No quiero discutir de nuevo (Se admitió finalmente) aunque me muero de ganas por salir Su madre la miró preocupada, pero no dijo nada. Ese fin de semana ya no discutieron. Durante las primeras semana su móvil siguió sonando cada viernes, todas la llamaban: “No seas tonta, sal, tienes que venir” y ella se negaba, ponía excusas, las emplazaba para un café. El móvil dejó de sonar los viernes. Y ella perdió parte de la luz que antes había en sus ojos. A veces echaba de menos salir, reírse con sus amigas, bailar, pero pensaba “Ahora estamos muy bien, prefiero la tranquilidad, no quiero hacerle daño otra vez” y se quedaba en casa. Un lunes, cuando iba camino del gimnasio, por la tarde, sonó su móvil: - Hola cariño, ¿Pasa algo? Es pronto... - ... - Estoy saliendo para ir al gimnasio. - ... - Sí, no te preocupes, llevo pantalón largo. - ... Entrecerró los ojos mientras escuchaba, y sus hombros se cayeron un poco más... - ... - Yo también te quiero. Cuando colgó caminaba un poco más despacio, levantaba un poco menos los pies, y se dirigía sin convicción hacia el gimnasio. Esa noche se acercó distraída a su madre: - Mamá, voy a dejar el gimnasio... Su madre apartó la vista del libro que estaba leyendo y miró a su hija, triste, hacía tiempo que no salía ningún fin de semana, cada vez quedaba menos con sus amigas, parecía feliz con ese chico pero... algo no andaba bien. - Pero si te encanta, llevas más de tres años yendo al menos dos veces en semana, si ibas incluso durante los exámenes... - Sí, pero... Pensó en decirle que a Javi no le gustaba, que discutían cada vez que iba, que él pensaba que iba para tontear con otros: “Si me quisieras no irías, porque sabes el daño que me haces cada vez que vas, lo triste que me pongo, lo mal que lo paso...”.
Tenía dolor de cabeza de tanto discutir, de sentirse mal por hacerle sentirse mal a él...
Su madre esperaba, atenta. - Sí, pero... últimamente estoy muy liada, cada vez tengo más trabajo... Ese mes dejó de ir al gimnasio, su mirada se volvió un poco más sombría, y su mundo se redujo... un poco más...

jueves, marzo 22, 2007

Noche en el parque

“... Rodeado de gente la soledad es todavía más profunda, más cruel...” Está sentado en un banco del parque, mirando al infinito, oyendo apenas las voces de los niños al jugar, fumando despacio un cigarrillo. “... Y sin embargo... también es más agradable, puedes pensar que es una elección personal, que basta dar un paso, extender una mano, para formar parte de esa sociedad a la que ahora damos la espalda. O quizá no, quizá es la sociedad quien nos da la espalda... y no somos capaces de asumirlo...” Empieza a sentir frío, el cigarro se ha consumido y ya quedan pocas personas en el parque. Está oscureciendo. Mira el parque vacío, ahora con más atención, aunque no demasiada. “... con lo fácil que era ser niño. Preocupado tan solo por las cosas sencillas: por jugar, por ganar al fútbol, por tener contentos a los padres... sin pensar lo bonito que sería volver a vivir el pasado, otra vez, intentando no cometer los mismo errores...” Pasea despacio entre los columpios, como contando los pasos, las manos en los bolsillos, la cabeza baja, hundida entre los hombros, mirando el suelo sin verlo. “... Y dar un sentido a la vida, luchar por los sueños perdidos, por el amor, y no dejar pasar la vida simplemente, sintiendo como el tiempo se escurre entre mis dedos...” Dos lágrimas silenciosas recorren sus mejillas arrugadas, se abrocha el abrigo, antes de sentarse de nuevo, abatido, y mirar a las estrellas buscando consuelo... como si ellas pudieran ayudarle... “... Viendo cada día igual al anterior, sin distinguir los matices, los colores. Viviendo anestesiado: incapaz de sentir la vida plenamente, limitando el dolor, el sufrimiento, pero también la alegría...” Sigue contemplando las estrellas, sintiendo cada vez más frío, pero absorto en sus pensamientos. “... volver a la infancia, y poder repetir mi vida, y llegar de nuevo a este momento, en este parque, y preguntarme qué he hecho con mi tiempo, con mi vida y... poder responder. Eso sí que sería bonito... dar un sentido a la vida...” Lo encontraron reclinado en el banco, encogido, tras la noche más fría del año. Su corazón se paró, cansado de latir sin rumbo. Y su muerte fue tan silenciosa, tan solitaria, tan sinsentido... como había sido toda su vida.