miércoles, mayo 21, 2008

"Estaré siempre a tu lado"

Dices que me apoyas, que da igual lo que haga, que estarás a mi lado. Pero sé que no es cierto, nos conocemos hace mucho y no me engañas. Sé que estás pensando que me equivoco, que haría bien en escucharte, en ir por el camino que me señalas... no cuento con tu apoyo sincero, y me duele que ni siquiera seas capaz de decírmelo, de hablar conmigo y darme los pros y los contras que ves, en vez de condenarme directamente. Pero no es algo nuevo. Hace tiempo que crees que debí seguir tu camino. Y sí. Quizá me esté equivocando, quizá avance deprisa hacia ningún sitio. Pero no te atreves a cuestionarme. Contestas con un silencio a mis planes, a mis preocupaciones, a mis quejas, no eres capaz de mirarme a los ojos y mentirme, así que bajas la cabeza... - “Voy a estar siempre a tu lado” Me lo dices. Y no te creo. Por que ya me has fallado otras veces, aunque creas que estuviste, porque me dejaste sola en los momentos difíciles, porque cuando necesitaba compañía y ruido me diste soledad y silencio. Y cuando necesitaba silencio y soledad me diste ruido y compañía. Me echaste en cara no atenderte cuando mi corazón sufría, tu hombro nunca estuvo cerca cuando necesité llorar. No entendiste mis motivos, apenas los escuchaste, y me dolió, porque necesitaba que al menos tú me comprendieras. Y ahora, siento todo esto como un muro que me impide acercarme a ti, pero nunca encuentro el momento de decírtelo, quizá haya pasado ya ese momento... Lo peor es que... aunque nos veamos con frecuencia... yo te echo de menos.

miércoles, mayo 14, 2008

Incomprensión

- Hace frío fuera... - Lo sé. Cerró la puerta con cuidado, como si ese movimiento exigiese toda su atención. Lo cierto es que estaba utilizando ese tiempo de más para pensar. No recordaba cuando habían empezado a ir mal las cosas, cuando habían pasado de la comunicación espontánea a ese pensar todo lo que vas a decir, por que puede ser malinterpretado. - ¿Te has quedado pegado a la puerta? El tono era cortante, casi más frío que el aire que lo había empujado de vuelta a casa. - No, ya voy... No tenía ganas de enzarzarse en otra discusión estúpida sobre nada, de las que mantenían últimamente, en las que ella le echaba en cara hasta su forma de atarse los cordones, y él respondía atacando donde sabía que más daño podía hacer... se estaban destruyendo... Lentamente se quitó la ropa mojada, buscó su pijama entre la ropa de ella, le gustaba dejarlo allí para que tuviese su olor, para sentirla más cerca, y, aún despacio, con la cabeza en otra parte, empezó a preparar café. No había reparado en ello, pero ella le seguía con la mirada desde que llegó, al principio con reproche, esa mirada propia de quien espera una respuesta airada, y se encuentra con una vaga disculpa. Pero según él se movía por la casa, iba adquiriendo un tono de tristeza: “No me ha mirado desde que ha entrado... no entiendo cómo hemos podido llegar a esto...” La cocina se fue llenando del olor a café, y él permaneció junto al fuego, escuchando el gorgoteo del agua, esperando, con la manopla en la mano y la mirada fija en algún lugar más allá de la cafetera. Ella bajó la vista al libro que tenía en su regazo. Aunque ahora las palabras no tenían mucho sentido intentó concentrarse en el texto... escuchó sus pasos blandos acercarse lentamente, escuchó el tintineo de la taza al apoyarse en la mesa... “¿de las dos tazas?”... pensó con esperanza. Con manos temblorosas cogió una de ellas, aspiró, y bebió despacio. Levantó la vista y sus miradas se encontraron, apenas a unos centímetros el uno del otro, tan cerca... pero a la vez tan lejos...