viernes, octubre 13, 2006

Madrid en puente

Esta mañana, al salir de casa, he sentido algo extraño. El conserje me ha saludado como siempre. El sol competía con una leve brisa por ver quién se imponía. He escuchado cantar a un mirlo. Al cruzar la calle tenía esa sensación conocida de que algo no encaja. Pero no lograba descubrir qué era lo que fallaba. En el autobús el conductor me ha saludado también, relajado, y al ir a sentarme he visto a una familia. Nada raro: los padres y dos niños. Dos niños. Niños. ¿Por qué los niños no están en el cole? Es puente. Lo había olvidado. Por eso se oía a los pájaros. Por eso no funcionaban las hormigoneras de la obra de enfrente. Por eso no he tenido que jugarme la piel para cruzar la calle en el paso de peatones. ¿Por eso el sol brilla? Es bonito Madrid cuando pierde un poco de población. Las distancias se reducen. El autobús se convierte en un lugar habitable, en el que incluso puedes respirar. Hay sitio en la calle para dejar el coche. Puedes ir a los sitios que siempre están atestados de gente, entrar sin esperar cola y que te atiendan en menos de una hora. Hasta el ambiente está más limpio. Con menos humos. La ciudad nos obliga a perder el contacto con la naturaleza en muchos sentidos. Estamos acostumbrados a vivir sin animales, hasta los perros molestan. No conocemos vegetación que no esté encerrada tras una valla, acotada. El cielo lo perdimos hace tiempo, con la contaminación. Las estrellas... esas grandes desconocidas. El olor... ¿A qué huele Madrid? ¿De verdad no lo notamos? Madrid huele a humo de camión. Y el sonido de la naturaleza. Es difícil oír el canto de los pájaros. Afortunadamente todavía nos quedan los domingos por la mañana, los puentes, Agosto, Semana Santa. Y los parques que salpican la ciudad, que no son pocos y nos permiten sentirnos un poco más cerca de nuestra naturaleza. A pesar de todo, me gusta Madrid.

1 comentario:

Alfredo J. Liebana Rado dijo...

Madrid... Madrid me mata. Pongamos que hablo de Madrid.
Como visitante, encuentro una ciudad abierta, muy seductora. Quizá te huela a humo porque te levantas con ella, como la compañera que, a primera hora de la mañana, tras una noche tumultuosa, huele a tabaco, a sudor y tiene mal aliento. Pero la Madrid que yo conozco es la perfumada, la vestida de rojo, a la vez distante y provocativa. Es culta y buena conversadora. Es sexy. El humo es molesto, pero a los que la escuchamos y miramos embelesados no nos molesta. No nos fijamos si su pecho está operado, sólo vemos que está erguido. Supongo que convivir con ella es difícil. Pero no la subestiméis. Con cariño.

PEPE LE MOKO.